La leyenda del chalé de los Prytz (II)

martes, 11 de marzo de 2008

Diferentes imágenes del chalet de Benalua. Fuente: Alicante Vivo

Viene de Parte I
El chalé que la familia Prytz tuvo en la calle Foglietti de Benalúa despertó muchísimas leyendas urbanas en todo Alicante durante muchísimos años. Por su ubicación, junto a la entrada del tranvía en el barrio, su tapia y la vegetación que asomaba tras ella era vista por mucha gente desde la calle a diario. En este artículo desentrañaremos los orígenes y fundamentos de aquella rumorología, pero comencemos desde el principio...

Manuel Prytz Antoine
fue un hombre que, según quienes le conocieron, rebosaba genialidad de los pies a la cabeza, pero a su vez, era una persona muy concentrada e introvertida, apenas comunicativa. Mantuvo negocios muy variados, todos ellos desarrollados en Alicante, donde tenía ubicado el despacho central de sus múltiples acciones comerciales.
Su red comercial capitaneada por el propio Prytz, alcanzaba a diversos países, siempre con negocios muy diverfsos: bolsa, divisas, exportación de almendra, inversiones de todo género... Su capacidad de acción, multiplicada por su habilidad y experiencia, debieron traducirse en óptimos beneficios. Tal fue el caudal de dinero que ganó que tuvo una importante lista de propiedades en posesión.
El Palacio Buenavista, su chalet de San Juan.
Su firma tuvo un "cuartel general" en la avenidad de Soto, esquina a la calle Poeta Vila i Blanco, así como el "Palacio Buenavista", una vivienda señorial impresionante en San Juan, que posteriormente donaría para ser la residencia de verano del Jefe de Estado, pero que tras años de inexplicable abandono, acabó convirtiéndose en el Sanatorio Psiquiátrico de Santa Faz.
Asímismo, tuvo un chalet en la calle Foglietti, junto al colegio de las Teresianas, que más tarde donaría a la Cruz Roja alicantina.

El Chalet de Prytz en la calle Foglietti.

Manuel Prytz falleció en el año 1942. En el año 1956, se conocía que Manuel Prytz había donado en su última voluntad, 500.000 pesetas en dinero efectivo (una fortuna entonces) a la Asamblea Provincial de la Cruz Roja, así como su chalet-residencia en Benalúa sito en el número seis de la Calle Foglietti. Según la voluntad del testamento, el dinero debería emplearse para la creación de un hospital y fue deseo del señor Prytz que los vecinos de la simpática barriada de Benalúa tuvieran trato preferente siempre y cuando requiriesen de un servicio sanitario del establecimiento que se crease con la herencia.

Dicho hospital no pudo crearse en Benalúa, así que con este dinero, la Cruz Roja amplió de 11 a 50 camas su hospital-sanatorio de la carretera de Alcoy (lugar donde todavía se encuentra su sede hasta su próximo traslado al PAU 2 en los próximos años).
El Marqués de Rioflorido, secretario de la Asamblea provincial de la Cruz Roja, decía que "el chalet que nos ha legado don Manuel Prytz, pese a que su valor actual es de un millón de pesetas, según apreciación de los técnicos, pues lo recibimos lujosamente amueblado y ornamentado, no reúne las condiciones propias de un hospital, ya que fue construido para villa de recreo y la adaptación que habría necesidad de realizar en el inmueble sería costosísima, muy superior a las quinientas mil pesetas en dinero que ha recibido la Cruz Roja. Por eso, la Asamblea ha decidido vender el referido chalet y con la suma que se obtenga de él y el medio millón de referencia, realizar una importantísima ampliación y mejora del actual hospital que se levanta, como se sabe, en la carretera de San Vicente. Y conste que cuando aquel hospital-sanatorio esté acabado, en cuanto a las obras proyectadas se refiere, agrega el marqués de Rioflorido, los vecinos de Benalúa tendrán la preferencia que el señor Prytz quiso darles. Su deseo será respetado, naturalmente."
En aquella vivienda, se rumoreaba que había fantasmas, como ya os contamos aquí.
Se trataba de un chalet señorial, enorme... pero evidentemente, sin actividad paranormal o ectoplásmica. Lo que sucede es que se pasó muchos años vacío, sin custodia, y encerrando muchos bienes en su interior, algo que en la década de los cuarenta y los cincuenta, con una economía muy precaria, llamaba mucho la atención de los amigos de lo ajeno.
Los fantasmas estaban representados por los rateros, que encontraron en aquél chalet cerrado a la espera de destino, un auténtico arsenal para el desvalijo. Una vez limpiaron la casa de objetos, se dedicaron a arrancar hasta las tuberías de plomo para revenderlas y sacar algún dinero.
Tiempo después, como el Chalet era propiedad de la Cruz Roja, se decidió crear la figura de un vigilante que mantuviera a los ladrones fuera de la casa, a cambio de que viviera en un ala del chalet.

Para apagar los temores ciudadanos, los periodistas del Diario Información decidieron investigar el asunto para romper de una vez por todas el mito.
El 11 de Enero del año 1958, Fernando Gil, dentro del Diario Información, publicaba con un tono desenfadado un pequeño artículo, anunciando la exploración del interior de la casa, que sería narrada el día siguiente:


"El Chalet de los Fantasmas, visto desde dentro.El espléndido palacete que don Manuel Prytz donara a su muerte a la Cruz Roja de nuestra capital ha sido objeto en los últimos años de los más variados comentarios, todos ellos relacionados con la posible "vivencia" en su interior de fantasmas y duendes. Como se sabe, el chalet en cuestión está enclavado en la calle de Foglietti, ya en el barrio benaluense, y se halla en venta desde hace algún tiempo, sin que por lo que parece, haya sido fácil hallar comprador en virtud del rumor tan extendido sobre la presencia en esa finca de esos personajes tan circunscritos, a la superstición popular.
De todas formas, para aclararlo, un equipo de redactores de Información permaneció anoche varias horas en el interior de esta casa, sin más compañía que una botella de coñac y unas velas. Como en ese equipo figura el modesto cronista que circunscribe, que ni siquiera ha tenido tiempo de hacer testamento, en el número de mañana informará amplia y detalladamente de esta aventura nocturna en el interior del chalet de los fantasmas.
Por supuesto, estas líneas están escritas un par de horas antes de cruzar el pórtico de entrada para incorporarse a ese mundo de tinieblas que domina la finca silenciosa y triste de la calle Foglietti. La solución, como en las charadas, mañana. Garantizamos que no llevamos provisión de tila porque ésta la habían adquirido todos los muchos seguidores del Hércules y Alicante.
Fernando Gil."
Al día siguiente se publicó el esperado reportaje, gracias al cual los más asustadizos y los creyentes en fantasmas pudieron respirar tranquilos en cuanto leyeron el titular y los divertidos comentarios. Es tan entretenido y descriptivo, que es mucho mejor copiarlo íntegramente que extraer los datos:

"De visita, en el "chalet de los fantasmas". Benalúa.En Benalúa, en la calle de Foglietti, el número 6. "Por fuera" ya lo conocen ustedes: una puerta de hierro, grande; dos puertecitas a ambos lados. Y una pared que hace los efectos, arriba, de balcón. "Dentro", lo que fue un jardín. Ya no quedan flores, ni siquiera sabe uno si las hubo. Unos arbustos ocasionales que viven por su cuenta, y unos cuantos árboles con ramas desgajadas. El jardín tendrá, medido a ojo, en la penumbra, unos 50 metros de profundidad por otros tantos de anchura. Exactamente en el centro de este terreno se alza el edificio. Dos plantas a mano izquierda y un cuerpo de tres plantas más, unido a aquéllas a la derecha. Pero antes de llegar...
A las diez y media, concentración
La concentración fue a las diez y media de la noche del viernes, en nuestra Redacción. Todos, los tres que abriríamos fuego, llegamos preparados. El subdirector del periódico, Pepe Sanz Moliner, trajo un cubilete y los dados correspondientes: una linterna, abrigo, bufanda, tabaco, cerillas y buen humor. De redactor gráfico actuó, en ausencia del entrañable Ángel García (¿se marchó a Valencia para no estar esta noche en tan difícil coyuntura?), el segundo de a bordo en estas tareas reporteriles, Vicentito Sánchez. Vino provisto de máquina, de "flash", de poco tabaco y de despiste. No sabía a dónde iba. Ni siquiera había cenado. Pero no estaba preocupado. Un servidor de ustedes hizo de intendente: media docena de velas, una botella de coñac Fundador, una linterna, dos cajas de cerillas, dos paquetes de Bisonte...
De la Redacción, caminito de Benalúa, parada y fonda en "La Parra", donde el bueno de Vicente pregunta si nos vamos al Polo Norte, tan pertrechados nos ve. Nos hace café con coñac y prepara tres bocadillos de jamón.
Adelante. En el cuartel de la Policía Armada y de Tráfico, breve charla con el sargento de guardia. Hay que explicarle a lo que vamos y decirle que no se alarmen. "Aquí estamos si nos necesitan", nos dice. Por fin, a las 10:45, Pepe Sanz da unos tironcitos al cordel que mueve la campanilla del chalet. El guarda de la finca, Diego Tovar Soto, y su esposa, Josefina García, que viven en una casita situada allá al fondo, abren la puerta, nos entregan las llaves, una botella con agua, otra con licor de menta, unas copitas y nos desean buenas noches.
Al fin solos, nos decimos. Solos o "con quien sea..."
El "Cuartel General", en el comedor.Dos llaves son necesarias para abrir la puerta de acceso al chalet. Arriba, un rótulo: "Ave María". Al lado, una imagen de Nuestra Señora de la Esperanza. Dentro... Cuando nos incorporamos al mundo de las tinieblas, no echamos en falta nada, excepto la luz eléctrica. Aquí la hubo algún día. Hoy ha desaparecido casi toda la instalación, arrancada de cuajo quién sabe por qué manos. Por fortuna, las linternas hacen buenos oficios, y podemos llegar al comedor, no sin sortear antes un buen caudal de muebles, echados por tierra, en los rincones, en todos sitios, sin mucho miramiento.
Decidimos instalar el "cuartel general" en el comedor. porque es amplio, no faltan muchos cristales en las ventanas y desde allí se dominan las dos escaleras de acceso a las plantas superiores. buscamos una mesita cómoda, unos sillones de mimbre y alineamos las seis velas en torno a nosotros. Destapamos la botella de coñac y la primera copa se sirve, exactamente, a las once y tres cuartos, después de un minucioso recorrido de inspección por el inmueble.
Y a contarlo. A contarlo a mi modo, en primera persona:

Sólo tres en una partida de dados.
Con la mesa de juego preparada y la primera copa en las tripas, Sanz me propone una visita de inspección. "Bueno", digo yo. Y nada más. Echa él delante, yo detrás (no soy tan valiente como para quedarme el último) y Vicentín cierra la marcha entre disparos de la Leica. A la cocina. Está arrancado de cuajo todo el armatoste. Hay un transformador eléctrico marca Mezgert, destrozado. Abajo, la bodega. Diez escalones, muchas telarañas, sombras por todos sitios. Las cuatro paredes soportan una enredadera metálica donde debieron estar las mil marcas de vinos. Sanz hace la cuenta: "Aquí hay sitio para cuatro mil botellas". Soy el primero en subir. Le echo la luz a Vicente, porque no se ve para graduar las distancias con la máquina.
Llevo una pata de mesa, con la que me valgo para abrir armarios, cofres y mesitas de noche. Y cada vez me acuerdo más de lo que se dice por ahí. Que si las escaleras hacen ruidos de pasos firmes, que si las puertas se cierran y se abren solas, que en los espejos se reflejan mil figuras distintas...

-¿Cuánto piden por el chalet?- me pregunta Sanz Moliner.

-Creo que ochocientas mil pesetas.

-Con fantasmas y todo, supongo.

Advierto que lo ha dicho con la intención de excitar nuestros nervios. Y lo ha conseguido. Por lo menos en mí. Vuelta al comedor, donde parece que uno está más seguro. La media docena de velas ofrecen un espectáculo maravilloso, pero muy siniestro. Las cuento. No falta ninguna; todas están encendidas. "Pues por aquí no ha pasado nadie en nuestra ausencia", pienso.
Segunda copa; once y media. Comenzamos a jugar. Como Sanz y Vicentín no tienen manías, me dan a mí todo el sitio que quiera. Están sentados; yo de pie, de espaldas a una pared.-¿Por qué no te sientas?- oigo.
-Ahora, ahora me sentaré. Prefiero jugar un poco así, de pie.
Apunto yo. Debo estar nervioso, y lo compruebo ahora, cuanod doce horas después releo las notas del bloc. Vicentín dice que somos pocos para jugar a los dados, que las partidas terminan muy pronto. A Sanz se le ocurre invocar a los fantasmas, a los duendes y a las brujas, por si alguien quiere hacernos compañía. Pero seguimos solos los tres.

A las doce, la hora clave. El primer susto.
Como no tengo reloj, sólo me preocupa preguntar la hora.
-¿Aún no son las doce?
-No, todavía no. ¿Pero por qué tanto interés en que lleguen las doce?

-Hombre, tú dirás; a las doce entra el sábado, y como esa hora parece que es propicia...
S
i es o no lo es, aquí está el primer susto. Dos portazos tremendos, uno en la parte posterior y otro en la delantera, que conmueven hasta los cimientos del edificio y que por lo menos en mí producen una excitación desacostumbrada.

-¡Vamos a ver!
Y nos largamos escaleras arriba. No se queda ni un sólo rincón sin inspeccionar, ni una trampilla sin abrir. Nuestros pasos retumban en esta soledad que dura años y años. Nada. Las puertas. No hay cristales y el viento que esta noche sopla a rachas impulsa las ventanas. Suenan nuevos golpes. Parece que en el jardín. En dos zancadas, abajo. Yo me quedo de guardia, sin luz, frente a la puerta de la casa y mis compañeros dan la vuelta al inmueble, cada uno por un lado. Silencio aterrador. Y otros golpes. Como cuando se producen, las llamitas de las velas se mueven ligeramente, llegamos a la lógica conclusión de que el viento está haciendo de fantasma e intenta amargarnos la noche. Cuando alcanzamos el comedor, la paz nos vuelve al espíritu. Y decido sentarme, tomarme dos copas seguidas y anotar la hora: una y media.
No hace frío, pero el airecillo se cuela por todas las rendijas. La partida vuelve a interrumpirse. Ahora ladra un perro en el jardín. Otra salida. Otra vuelta al edificio. Un perro callejero se ha colado dentro y alborota a los "indígenas". Lo expulsamos del recinto. Miro a la calle; gente que vuelve del cine. Nadie mira al chalet.
Sanz me cuenta lo de no se qué fantasmas de Málaga y de Lérida. El estuvo haciendo un reportaje sobre ellos; tiene experiencia. Cambio el tema.
-Yo convertiría esto en hotel. Porque aquí es posible hacer hasta 25 habitaciones. Y está en buen sitio, con jardín...
-Y con fantasmas. (Este Sanz es sanguinario, ¡ché!)

A las dos y diez, visita; a las dos y veinticinco, gato.
Conforme pasa el tiempo, vamos comprobando que la historia de los fantasmas o de las brujas o de los duendes, no tiene sentido. Excepto que consideremos a éstos por quienes, por lo que hemos visto, hicieron visitas nocturnas para llevarse tuberías, instalación eléctrica, muebles... Esto es más seguro y más lógico. (De todas formas, la lengua se me trabó en una ocasión a raíz de un portazo y las carcajadas de mis acompañantes se oyeron en todo el barrio. Total, sólo dije: "Queda descartada toda "porsesa" (sorpresa) de habitantes sobrenaturales". Como tres éramos pocos, el deseo colectivo era que llegara la anunciada visita. Estaba prevista hasta la contraseña. Efectivamente, Pepe Vidal Masanet, llevando a bordo de su moto a Orlando, aparecieron a las dos y diez minutos. Ellos, con más optimismo que nosotros, buscaron "armas" y todos juntos hicimos la séptima ronda para enseñar el pisito a los nuevos. Y anoto, casi de carrerilla:
A las 2:10, visita.

A las 2:25, gato (pequeño susto).

A las 2:45, bocadillos (yo no los comí porque el apetito se me había ido a las doce de la noche).
A las 2:55 los invitados dan tabaco.
A las tres, rueda de coñac y partidita de dados que gana Orly.
Repetimos con el mismo resultado.
Vidal dice que el comedor es más grande que su casa, y que si los muebles valen tanto y cuanto, y que se están estropeando, que él compraría alguno... (¡Toma, y los demás también!) Cuando más entretenidos estamos, las puertas del comedor en que nos hallamos y que dan al "office" y a la escalera interior, se cierra suavemente, como con cautela. Y repiquetean como si hubiera guasa. Pero ya no nos asustan. Bueno, casi. Suena la campanilla (está en un árbol) otra vez. Es Julián, nuestro teletipista. Presume de valiente, aunque tiene cierto tonillo de excitación en la voz. Da una vuelta por arriba con Orly.
A las 3:25, se acaba el coñac, pero nadie pide la botella de menta. Orlando (¿Cómo no?) saca a relucir lo del Hércules con Fuster y Gallart, y Sanz vuelve a la carga con historias de fantasmas y de cementerios. Esto se está poniendo insostenible, pienso. Ya sólo me preocupo de que pase el tiempo, aunque sea haciendo nuevas inspecciones. Y pasa, por fortuna, más rápido. Ya somos seis en la conversación. De todas formas, siguen los portazos. Pero nada de ruidos en las escaleras.
Cuando empiezo a sentir frío y sueño, el reloj marca las cuatro y media. Decidimos levantar el campo. Apagamos las velas, arreglamos aquello un poco y adelante. El último pitillo, en el jardín, bajo un cielo cubierto. La última mirada, para el edificio. Siguen moviéndose siniestramente las ventanas, pero los fantasmas no han aparecido. Una vez más, el rumor callejero, no tiene fundamento.

Fernando Gil.
A pesar de la tenacidad del reportaje, no consiguió apaciguar las ansias paranormales de la ciudadanía, y la leyenda urbana siguió propagándose.
Diez años después se realizó otro reportaje, por si esta comprobación no estuvo clara, y por tratarse de un tema que vendía mucho entre la gente al seguir los rumores y leyendas. El chalet, que llevaba sin ocupantes desde 1942, y que en 1958 cuando se hizo la primera exploración, ya llevaba 16 años abandonado, fue de nuevo investigado en el año 1968, un cuarto de siglo después de la muerte del último Prytz que habitó la casa.

La leyenda entonces ya había adquirido un carácter de novela, con decenas de versiones diferentes en una ciudad que crecía y crecía, entregada al turismo y al desarrollo, pero que en alguna de sus calles, todavía conservaba antiguos edificios rodeados de misterio, de los que la memoria popular había ido olvidando su origen, y quedándose con su aire de misterio.

Era el 6 de Agosto de 1968 cuando el periodista Enrique Entrena y el fotógrafo Arjones publicaban un interesante y ameno reportaje sobre el chalet, que a continuación reproducimos. (Eso sí, destaquemos que, casualmente, junto al reportaje apareció un anuncio de nuevas viviendas en Benalúa en una calle próxima...).

"¡Nada! Vamos, que no, que no había nada. Que me habían dicho que a las dos de la madrugada aparecían fantasmas en el chalet de Prytz y allí lo único que apareció fue la señora Josefina García en bata -lo normal a esas horas- que se había despertado con uno de los flash de Arjones. Pero... ¿fantasmas?... ¡Qué va!
Verán: iba andando yo un día (parecerá presunción, pero la verdad es que siempre voy así) cuando una señora hablaba con su hija -tres años quizá- que lloraba. "Como sigas llorando dormirás en el chalet de Prytz esta noche" le dijo. Fue automático. Fue el resorte que movió el cierre de las lágrimas de la niña, que ya no lloró más. Y yo me quedé pensando... (?) No era precisamente el momento de enterarme de qué era lo que ocurría en el citado chalet, pero pudo más mi curiosidad que la inadecuación de la hora. Y supe. Sí, supe que Prytz tenía un chalet que estaba en Benalúa, que murió hace unos treinta años y que según la tradición... (¿hacen tradición treinta años?) el fantasma de Prytz aparece todas las noches en el chalet.
El incómodo fantasma de Prytz, ya que él dejó el chalet a una institución benéfica con la condición de que ésta no lo vendiera nunca. Y esta institución lo vendió... Entonces Prytz se venga de esta forma. Es la venganza de las apariciones. O sea la buena, porque no conozco yo a mucha gente que apetezca estas cosas.
Tenía que ir al barrio para saber y conocer. Pero quería que fuese a la hora de las apariciones. Y nos fuimos a las dos de la madrugada.
Benalúa a las dos de la mañana es negro. No se oye un ruido y sólo de vez en cuando pasa un coche. O dos. Pero de prisa, y con los faros encendidos. Iluminan las calles por un momento y luego el rápido movimiento de lo que se apaga, la rápida vuelta a la oscuridad. Y lo negro de nuevo. Y el canto de un grillo sabe Dios dónde. Y nada, sí, la nada de un grillo, de unos faros de coches y de lo negro...

Está en la calle de Foglietti número 6, y casi en ruinas. Enfrente está el cuartel de la Policía Armada. La puerta -no la de la Policía- está cerrada. Son unas verjas cogidas con una cadena, y ésta con un candado. El candado está nuevo. Vamos a hablar con los guardias. Están sentados a la entrada, toman el fresco. El sargento -Carvajal- un cabo primero, varios/números. Hablan.

-Buenas noches, por favor...
-Ustedes dirán.
-Mire -al sargento- nosotros quisiéramos saber quién vive ahí enfrente, porque nos han contado...
-Bueno- se han reído- aquí (señalando el cuartel) también se han dicho muchas cosas, entre ellas que esto está edificado sobre un cementerio moro, y muchos de los que han pasado dicen que aparecen fantasmas por las noches, pero todo eso es mentira.
-¿Mentira?
-Bueno, la verdad es que de vez en cuando se oyen pasos por el techo, pero yo creo que ni son pasos ni es nada. Yo sólo le tengo miedo a los vivos. Puede ser solamente que cualquier chapa del techo se mueva y eso produce un ruido que parecen pasos.
-¿Pero, ahí enfrente, quién vive?
-No sé, yo de vez en cuando veo niños chicos y el otro día a una señora rubia.
-¿No han oído nunca hablar de...?
-Sí, claro, muchas veces, pero eso son sólo tonterías...
-¿No les importaría acompañarnos a la casa, quisiéramos sacar unas fotografías...?
-No, vamos.

La verja de nuevo. ¿Recuerdan? La cadena. Y el candado. Arjones dispara el flash... Una voz.
-¿Qué querían?
-Hablar con usted.
-Esperen, voy.

Y esperamos. No sin cierta impaciencia porque la verdad es que nosotros ante todo -todo- no podemos menos que estar así.
Ya viene. Es una señora que vive allí desde hace trece años. Es la mujer de un camillero de la Cruz Roja y son caseros de la casa de Prytz...
-Ustedes dirán- después de haber abierto el candado.
-Mire, somos periodistas y quisiéramos saber...
-Pero, qué tontería, si hubiera fantasmas yo sería la primera que no viviría aquí.
-Pero es que resulta que son muchos los que nos lo han contado, y la cosa ya parece ser más seria.
-Que no, que aquí no hay nadie. Mire, mis hijos se han criado aquí y jamás han notado nada para sentir miedo. Mi marido me propuso un día qeu aquí podríamos vivir estupendamente, pero me habló de lo que por ahí se decía y yo al principio dije que no, pero luego lo pensé mejor y... aquí llevamos trece años.
-¿Le importaría que pasáramos?
-No, en absoluto.

Pasamos. La oscuridad en el chalet asusta verdaderamente. No se oye ahora ni el grillo, ni hay la luz de un coche. La casa por atrás tiene un árbol seco. Mucho. Y el suelo del jardín es áspero. Por la otra parte están haciendo obras, y el frente de la casa está casi en ruinas. Los guardias han entrado con nosotros.

Por dentro es una verdadera maravilla. Es un palacio. Hay una enorme escalera -pasamanos de caoba- que va a dar a las habitaciones de arriba. Abajo, la cocina, que la señora nos ha enseñado. Nos dijo que ellos solamente ocupan esta parte de la casa ya que la otra está en ruinas. Lo visible -lo que hemos visto- es lo que normalmente tiene una casa. Y contrasta con la seriedad de un mobiliario severo la muñeca colocada encima de la chimenea y la nevera blanca. Y las sillas. Y una mesa, y la fotografía de una boda...
-Señora, ¿ha oído usted hablar muchas veces de los fantasmas de esta casa?
-Muchas, pero yo me río. Aquí al lado está el colegio de las Teresianas. Cuántas veces he oído decir que las niñas que no estudiaran iban al chalet de Prytz donde se aparecen sus zapatos todas las noches. Y otro día que yo estaba asomada a la verja de la casa y ver pasar a una pareja que decía: "mira, el chalet de los fantasmas". Pero todo esto son tonterías...

Hemos paseado y visto. Y no hay nada anormal. Ningún ruido para no contrastar con el barrio. Son las tres de la mañana y en la calle se respira un aire fresco. Aún nos hemos quedado hablando con los guardias un rato, mientras que la luz de la habitación de Josefina permanecía encendida. El sargento Carvajal me repite que sólo hay que tenerle miedo a los vivos.

Se ha apagado la luz. Los guardias se han marchado. Volvemos la cabeza cuando estamos a treinta metros del chalet. Nada. Bueno sí, creo qeu son tres los niños que tiene Josefina y que duermen tranquilamente, porque en Benalúa, en el chalet de Prytz, no hay fantasmas.
Es tarde, y de nuevo la constancia del grillo, la de los faros de un coche, o dos y nuestros pasos..."

Enrique Entrena
Fotos: Arjones

Como en todos estos casos, por mucho que se investigue, quienes creen en las leyendas siguen creyendo en ellas, puesto que esto no prueba nada. Y quienes no lo hacen, encuentran más motivos para hacerlo.
Descubrimos así lo que nos interesa, un poquito más de la historia del barrio, con esa fotografía narrada de Enrique Entrena que nos habla de la oscuridad y quietud de las noches de verano en Benalúa, y nos describe el apasionante interior del chalet, en parte ya en ruinas, y cuyos alrededores ya se estaban edificando.
También damos con otra leyenda en la comisaría, la que asocia las visitas de los espíritus al uso anterior que tuvo el lugar, como en tantos otros sitios (por ejemplo, San Blas alto) que han sido edificados sobre antiguos cementerios o enterramientos de civilizaciones antiguas.

De la desaparición del chalet sabemos poco. Seguramente llegó a un estado de tal degradación que la mejor solución fue demolerlo, sobre todo cuando el valor del terreno se había disparado muchísimo a finales de los 60 y principios de los 70, y sobre esta gran parcela se construyó un enorme edificio.

El jardín del Chalet de los Prytz.
Tenemos conocimiento de que en el año 1968 comenzarían el desarrollo inmobiliario en sus alrededores, pues en una noticia publicada en agosto del mismo año en el Diario Información, se habla sobre la urbanización de la Calle Isabel la Católica. Anteriormente estaba sin pavimentar, y con el obstáculo de la irregular tapia del chalet que se adentraba en la misma, impidiendo su trazado rectilíneo.
Según el Ayuntamiento, no habría problema para la expropiación del "mordisco" a la finca, ya que el propietario del chalet (desconocemos a quién se refiere) conocía el viejo proyecto municipal, y cedió oportunamente el terreno necesario del espléndido jardín para que la calle siguiera adelante.

Este edificio es el que se levantó sobre el Chalet de Prytz. ¿Sabrán sus habitantes algo de la historia que recoge este lugar?

Puedes localizar el lugar donde se levantó el Chalet de Prytz en nuestro Mapa de Panoramio

Esperamos que os haya gustado esta investigación, ya que aunque nosotros no hemos tenido la oportunidad de investigar el chalet in situ, al menos hemos hecho un viaje en el tiempo para descubrir lo que dejaron por escrito aquellos que sí pudieron hacerlo. Lo que nos encantaría sería conocer los recuerdos de aquellos que sí conocieron el chalet, y que nos contaran cómo lo veían entonces y qué se decía de él.

Enviar este artículo por email Etiquetas: , , ,

16 comentarios:

Rubén Bodewig dijo...

Yo creo que estaban totalmente cagados de miedo, y que por eso se fueron en plan "botellón" a aguantar la noche ahí dentro... Eso sí, Fernando Gil demuestra su maestría al saber llenar líneas y líneas describiendo la aventura cuando las podía haber resumido en un: no pasó nada extraño.

Ernesto Martín Martínez dijo...

FOGLIETTI Nº 6
DIOSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
TENÍA RAZÓN!!!!!
YUJÚUUUUUUUUUUUUUUUUUUU
(ahora voy a leerlo)

Juan J. Amores dijo...

Es la leyenda del fantasma Casper Prytz, jajajajaaj
¡Ole ole oleeeeee!

Ernesto Martín Martínez dijo...

Demoledor. Los amigos de Milenio 3, el programa de Iker Jiménez, también hicieron una incursión.
Con este artículo, aunque no te des cuenta, cerramos un gran círculo: primeras imágenes de la fachada de día y de noche, así como de su interior. Gracias a tu reportaje, Rub, sabemos con seguridad que es el nº 6, aunque es el que hace esquina con I. la Católica, donde hoy estaría "Luvián". Fantástico. Se acaban de despejar miles de dudas. Además las dos parcelas de al lado son las Teresianas, lo que anteriormente fue la Clínica Carbonell hasta la guera civil!
Misión cumplida.
Lo de paranormal y "ectoplásmico" me recuerda a:
Who you gonna call?
Ghostbusters!!

Fajardo dijo...

Felicitacions per aquest blog, miraré de passar-me més sovint per ací!

Anónimo dijo...

Saludos, soy MªLuisa Prytz Sendra, acabo de leer el artículo y tengo los pelos como escarpiassss..

En la calle Mare Nostrum de Alicante números 27 y 29 también tenía un chalet, según el testamento Don Manuel Prytz y Antoine se lo cedió a mi abuelo y dice el testamento:

"...y a este fin, puse a su nombre una casa de mi propiedad marcada con los números 27 y 29 de la calle de Mare Nostrum de esta capital, y disponiéndome a continuar haciendo lo mismo con mis demás bienes...."

Mi abuelo ya es sabido por muchos que jamás recibió nada de su tío Don Manuel Prytz y Antoine.

Quizás el fantasma pueda algún día decir donde está todo...

1abrazo a todos y felicidades por el artículo, es una pasada.

Alfredo dijo...

La calle del Mare Nostrum es la actual Calle de la Virgen del Socorro, es decir el Raval Roig.

Al poco de proclamarse la II República se le cambió parcialmente el nombre. Tras el fin de la guerra se llamó Calle de los Combatientes Alicantinos para recuperar posteriormente el nombre religioso.

No sé de otra calle que tuviera ese nombre. Quizásabiendo al fecha de redacción del testamento....

Alfredo dijo...

Por cierto, EXCELENTE ARTICULO!!!!

Anónimo dijo...

Hola Alfredo, la fecha del testamento es el 25 de septiembre de 1940 y el notario autorizante fue don Lamberto Garcia Atance.

Saludos

MªLuisa Prytz Sendra.

Anónimo dijo...

La parte del testamento donde relata lo del chalet de la calle Mare Nostrum: "Yo, Manuel Prytz Antoine, declaro haber estado casado en primeras nupcias con doña Adela Chápuli de las Faces, de la que me hallo divorciado, y en segundas nupcias solo civiles, con Candela Puebla Pérez matrimonio éste último, que ha sido legalmente anulado y disuelto.

Asimismo declaro, que revoco por el presente todo testamento otorgado antes de ahora, y especialmente el testamento que otrogué en Alicante, el año de mil noventos treinta y seis, y en el cual, despues de disponer algunos legados, instituia como único heredero de todos mis bienes presentes y futuros a mi sobrino Don Hugo Prytz de Eceiza, hijo de mi hermano Lorenzo, dando así cumplimiento tanto a lo que ofrecí a su pmadre, momentos antes de su muerte, como a su padre, por telégrafo ya que yo no puede estar en su compañía en sus últimos momentos por impedirlo las circunstancias, habiendo sido mi hermano Carlos, quien recogió su último suspiro.
Deseoso de cumplir con la mayor eficacia el ofrecimiento hecho, y ante la proximidad de mi muerte según me tienen anunciado cuantos médicos me han examinado, quise ahorrar a mi antes indicado sobrino, los mayores gastos posibles que en su día mi herencia pudiere ocasionarle, y a este fin, puse a su nombre una casa de mi propiedad marcada con los números 27 y 29 de la calle de Mare Nostrum de ésta capital, y disponiéndome a continuar haciendo lo mismo con mis demás bienes.

Además, deseando poner a mi sobrino dicho, a cubierto de cualuier contingencia ue puediere producirse, que qebrantara su futura fortuna y con el fin de que las locuras que el mismo pudiere hacer, y que yo temia, dado su caracter y modo de proceder, no perjudicara algún día a sus hijos, formalicé con la "compañía de la Unión y el Fénix", dos pólizas de renta vitalicia por un total de cuatrocientas mil pesetas, así como dos seguros a veinte y treinta años, de cien mil pesetas cada uno, de todos los cuales era beneficiario mi sobrino.

Despues de las ligerezas que mi dicho sobrino ha cometido desde Octubre de mil novecientos treinta y nueve hasta la fecha y que no relato porque ya constan en los Juzgados Militares, se empeó en casarse con una muchacha de quince años, de posición y familia que no correspondía a la suya, y a raíz de una reprensión que tuve que hacerle en los primeros días de Agosto último, porque no había cumplido con un encargo que le hice, me contestó que: "el hijo de su padre, tenía mas vergüenza que y dignidad que yo, y que se marchaba de mi casa, y que ya me demostraría que era tan capaz como yo para ganarse la vida".

En efecto, se marchó de mi casa y al hacerlo se llevó robándomela, la copia de la escritura de venta, de la casa de mi propiedad, que yo había puesto a su nombre, antes dicha, copia que yo guardaba, y a pesar de haberle dicho repetidas veces y aún por mediación de varias personas, que no enagenara dicha finca, que no era ni poder ser suya hasta el dia de mi muerte, seguramente con el fin de infertirme un mayor agravio, la vendió el día diez y nueve del pasado mes de Agosto a un tal Pascual por menos precio del que yo la hubiere podido vender, utilizando el poder que mi dicho sobrino otorgó en mi favor, antes de dicha fecha, y que yo, no quise utilizar, ya que yo nunca podía suponer que una persona que lleva mi apellido realizase éste acto, que puede ser considerado como de latrocinio. Para mayor ignominia, el corredor que intervino en la operación de la venta dicha, era el padre mismo de la entonces novia, y hoy mujer de mi sobrino, y en cuyo domicilio parece ser que entonces comía y pernoctaba mi sobrino."

Mi abuelo se fue de Alicante sin nada, jamás recibió ni lo que su padre Lorenzo le había dejado en su testamento ni lo de su tio, ni pólizas, ni casas ni nada y por supuesto nunca robó nada a nadie.

El señor Manuel Prytz Antoine dejó a su hermano, mi bisabuelo, Lorenzo Prytz Antoine en una fosa común en el cementerio de Sants.

Saludos.

MªLuisa Prytz Sendra

Rubén Bodewig dijo...

menudo culebrón de telenovela! desde luego, todos los problemas que hubo parece que fueron siempre ocasionados por lo mismo: poderoso caballero don dinero...

Alfredo dijo...

Lo consultaré pero creo que estoy en lo cierto al afirmar que en 1940 ya se llamaba Calle de los Combatientes Alicantinos. De todas formas era normal seguir utilizando el viejo nombre de las calles hasta que no se asentaba el nuevo, cosa que no ocurrió con el de Combatientes... ya que poco después recuperó su nombre de Virgen del Socorro

Anónimo dijo...

Don Manuel Prytz y Antoine se pasó tres pueblos con la única familia que le quedaba, mi abuelo y su hermanastra, con los dos.

Puede que para los Alicantinos sea alguien digno de admirar, pero para mi que soy de su familia, ver lo que hizo con su hermano mayor, ver como están hoy en dia todas las pertenencias familiares, contemplar todo esto, me pone enferma.

Siempre les estaré agradecida por crear estos blogs y enseñar a la gente la historia de su ciudad, pero casi que preferiria no haber sabido nada de todo lo que pasó hace tantos años.

Si realmente existe un cielo y un infierno, el está en el infierno seguro, por mala persona. No me extraña nada que crean ver su fantasma deambulando por la mansión.

Saludos.

MªLuisa Prytz Sendra.

Anónimo dijo...

Sigo opinando que los papeles furon manipolados, y falseado por personas cercanas a Manuel Prytz. Ya que el tenia muchos amigos abogados y notarios.

Anónimo dijo...

No sé, Mª Luisa, pero si el testamento de Manuel Prytz dice que su sobrino le robó, ¿por qué hemos de pensar que fuera mentira? Según yo lo veo, resulta muy coherente que la idea de que alguien deseherede a un familiar que así se porta con él; y muy poco coherente la de que un hombre como Prytz, tan generoso con los demás, fuese un miserable con su propia familia.

En definitiva y con todo el respeto, me resulta mucho más creíble la versión de Manuel Trytz en su testamento que la que tú nos cuentas.

Ernesto Martín Martínez dijo...

Actualizado con más imágenes obtenidas de Alicante Vivo.

Escribir comentario con antiguo editor.
Volver arriba